miércoles, 22 de diciembre de 2010

La navidad es como ese poema de Bukowski en el que relata lo triste de la sonrisa de su madre: "sonríe, Henry, sonríe". Todo es más húmedo y frío en navidad cuando no tienes guantes. Intentas acudir a las cenas y citas familiares con una sonrisa y es la sonrisa más triste que jamás han visto nunca. Y si no sonríes te preguntan: "¿por qué no sonríes? Si es época de sonreír". A mí me revienta que haya una época de sonreír. Intento mantenerme firme, pero no puedo más que tiritar pensando en lo que viene. Sólo hay una época del año en la que los gritos y la culpa se multiplican por cinco. Sólo hay una época del año en la que siento miedo a parecerme a mis dobles. Y agarro mi humanidad lo más fuerte que puedo, pero se me escapa, es que se me escapa...

Aún recuerdo ese día en el que el amigo invisible de mi tía se gastó el dinero en alcohol. Luego vinieron los berridos, las amenazas, los animales y todo el Arca. Solucionó el tema con tres euros de golosinas, le dijo: "toma, tu regalo". Y todos contentos, y todos felices cantando villancicos, y yo parecía feliz también.

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