martes, 30 de noviembre de 2010

Ayer soñé que estábamos en una autopista y me llevabas con tu moto hacia una casa que tenía en un pueblo imaginario que se parecía mucho al pueblo donde veraneo. No creo que tengas moto, ni que tengas una chupa de cuero, pero a decir verdad te sentaba muy bien. Me acuerdo de que conducías tú, pero yo iba delante. Al principio ibas despacio y se podía ver un paisaje triste desde la autopista, del día gris y los pueblos industriales a lo lejos; pero conforme empezamos a llegar al pueblo acelerabas y acelerabas, cada vez más. Cuando ya estábamos dentro, empecé a sentir miedo y te dije que redujeses un poco la velocidad, no me hiciste caso. Te cambiaste de carril, teníamos los otros coches de frente, parecía que íbamos a la velocidad de la luz y cuando estábamos apunto de chocarnos con el primero de ellos, la transpasmos y logramos esquivarlo. Te pregunté cómo lo habías hecho, "pensamiento mágico", respondiste. Y así hiciste con todos ellos. Al principio tenía tanto miedo que me tapaba la cara, luego empecé a disfrutarlo, veía cómo nos acercábamos a los coches que teníamos de cara hasta la muerte, y luego aparecíamos en otro punto de la carretera, así sin más. Sólo te detuviste cuando llegamos a la calle donde estaba mi casa -una casa de pueblo, azul, con un balcón de geranios-, la moto patinó y te eché un poco la bronca al bajar; pero al fin y al cabo estábamos vivos, y el viaje y los instantes de emoción me habían hecho sonreír y ya no estaba triste, ni enfadada. Nos fuimos a despedir con dos besos, pero me cogiste la cara, me dijiste algo que no recuerdo y me diste otro tipo de beso, bastante real para un sueño tan absurdo. Después pasaban otras cosas, nos pillaba mi madre, que te había visto correr demasiado y despedirnos así, y no le hacía mucha gracia. Intentabas convencerla de que eras un buen tío, y realmente lo eras, así que yo te defendía y te cogía de la mano. Y después me he despertado un poco agitada y algo extrañada, con el ceño fruncido y una ceja levantada, y he dicho: "joder..." 

jueves, 25 de noviembre de 2010

y griega

sin los otros no hay monstruos ni personas.

el extraño junto al fresno en la calle más estrecha del delirio
me mira con sus negras pupilas dilatadas sin fondo,

yo siempre agacho la cabeza para no devolverle el gesto
y un escalofrío me recorre la piel cuando paso junto a sus ojos
y los de los otros,

pero él siempre permanece allí esperando,
acechante y maldito,

a veces me gustaría gritarle que me deje tranquila, que dejen de
mirar,
que voy a encerrarme en una habitación sin puertas para aislarme
de sus inquisidores pozos lodazales y pensar,

y así saber quién soy.

y lo he intentado,
pero aún así esos raros llegan hasta a mí y cuando salgo de allí todavía estoy más
perdida y desorientada

y no reconozco ni mis propios pies.

y en el fondo sé que la respuesta está en los otros, en ese repulsivo extraño
con cabeza de búho,

pero cuando paso junto al fresno mi angustia es tal que no consigo
mirarle.

Pescadores en el mar (Turner)

Quise (Ángel González)

QUISE                          
                                           
                                              A Susana Rivera

Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Una sonrisa para recordar (Charles Bukowski)

A SMILE TO REMEMBER

we had goldfish and they circled around and around
in the bowl on the table near the heavy drapes
covering the picture window and
my mother, always smiling, wanting us all
to be happy, told me, "be happy Henry!"
and she was right: it's better to be happy if you
can
but my father continued to beat her and me several times a week while
raging inside his 6-foot-two frame because he couldn't
understand what was attacking him from within.

my mother, poor fish,
wanting to be happy, beaten two or three times a
week, telling me to be happy: "Henry, smile!
why don't you ever smile?"

and then she would smile, to show me how, and it was the
saddest smile I ever saw

one day the goldfish died, all five of them,
they floated on the water, on their sides, their
eyes still open,
and when my father got home he threw them to the cat
there on the kitchen floor and we watched as my mother
smiled


UNA SONRISA PARA RECORDAR

teníamos peces dorados y daban vueltas y vueltas
en la pecera sobre la mesa, junto a las cortinas pesadas
que cubrían el dibujo de la ventana y
mi madre, siempre sonriendo, queriendo que todos
fuéramos felices, decía: “sé feliz, Henry”
y tenía razón: es mejor ser feliz si
puedes
pero mi padre seguía golpeándonos a ella y a mí varias veces a la semana mientras
el odio crecía dentro de su metro ochenta de estatura porque no podía
comprender lo que le atacaba desde dentro.

mi madre, pobre pez,
queriendo ser feliz, golpeada dos o tres veces
a la semana, diciéndome que fuese feliz: 'Henry, ¡sonríe!
¿porqué nunca sonríes?”

y entonces ella sonreía, para mostrarme el modo, y era la
sonrisa más triste que jamás he visto

un día los peces murieron, los cinco
flotaban en el agua, de costado, sus
ojos aún abiertos,
y cuando mi padre llegó a casa, se los tiró al gato
allí sobre el suelo de la cocina y me quede mirando como mi madre
sonreía

[ralea]

Es cierto eso que nunca me has dicho
de que no se puede ser más patética,
casi puedo oír las risas desde tu cielo
y tus pensamientos de ángel terrible
atormentándome como el eco de un trueno:
"ahora te voy a dar lo que te mereces";
porque tú ejerces ese poder sobre mí,
me escupes leyes arbitrarias al oído
y te yergues con tu implacable divinidad
atisbando mi rostro desde tu indiferencia
para insinuar que jamás seré salvada;
me enseñas los colmillos desde tu azotea,
te burlas de mis dedos, de mi carne,
de las ganas que tengo de calor humano;
y yo tiemblo de miedo, te sonrío y castañeo,
ya ves qué hipócrita serpiente te sisea;
en los jardines de hiedra nada un olor a azufre
y ya no quedan frutos con los que pecar,
aquí, entre estas cuatro paredes venenosas
estoy muy lejos de que alguien me toque.

jota

aquel es el lugar
donde siempre quise morir.

con sus grandes avenidas
donde cuesta dar pasos pequeños
y sus horribles carteles dibujando su cielo,
allí la muchedumbre te empuja como los ríos:
hacia el final.

soy una infiel a mi patria
y siento orgullo al llamarme proscrita,

cuánto gané
en aquella tierra que nunca me dio nada.

la vida necesita sus espacios.

zeta

llevo mucho tiempo apoyándome
en espaldas ajenas,

en el parque de los indeseables
han ahogado a un perro

y no han sentido vergüenza.

yo nunca paseo sola,
siempre hay alguien que me lleva de la mano.

mis ojos son dos úlceras.

sólo se aburren los mediocres,
ya no recuerdo quién soy
ni si alguna vez he sido.

el asfalto no deja de agobiar,
los críos gritan bajo el sol orgullosos
de sus navajas]

y está ese perro muerto,

nada nuevo,
de todo eso soy culpable.

me he vuelto a refugiar
en los cordones de tus zapatos.

efe

ya vienen.

después de dos años
felices
o quizás sólo
rutinarios.

se las ve temblando
más allá del horizonte.

una a una
van llegando
y dando forma
a otro paraíso

o quizás sólo
a otro pequeño infierno.

me llevaron sonámbula
hasta el alféizar de mi ventana
muchas noches,

¿cómo no voy a quererlas
tanto como las odio?

bienvenidas,
dejad que os acune,

mis hermosas y tristes flores.

eme

brindemos por ti y por tu racionalidad.

hoy hace un frío de grietas que congela
hasta a los jardines.

tus palabras están en venta,

puedes medir mi belleza
dejando márgenes de error.

nada falla en tu sistema matemático.

-mi memoria es ya lo único
que queda de ti-

paseas por la calle bailándome,
la luna nos sonríe menguante,

parecemos felices.

te has creído lo que te has inventado,
brindemos.

yo también.