martes, 22 de febrero de 2011

pe

El camino a la libertad
está lleno de piedras
que forman un estrecho laberinto
de puntiagudos vértices
en sus esquinas,
por allí
pasa el pueblo descalzo.

Los pájaros más negros
caen desde lo más alto de la eternidad
graznando las esquelas de los vivos.

Ruge el viento de derecha a izquierda,
cuerpos imantados se dividen en cinco,
se cae la última de las estatuas imposibles,

mientras tres países más arriba
se debate sobre la semana de la moda.
Si empiezo por ser franca diré que estoy hasta los cojones. La verdad es que no sé muy bien de qué, pero esa es la respuesta que se me ocurre a ninguna pregunta en concreto. Hay un capullo que me ha escrito que uno de mis poemas está escrito en primera persona por una prosti de lujo sacada de un programa de TV de mierda. Reconozco que ha tenido su gracia, aunque habría tenido más gracia que lo hubiese escrito sin faltas ortográficas. La cosa está en que yo nací entre clavo y escoria, en los límites del limbo donde un paso más allá te lleva al más oscuro sin sentido. Puede parecer una queja de prosti de lujo, pero no lo es, yo nací en una calle en la que las botellas verdes rotas del suelo forman los arcoiris de sueños de sus vecinos. Literalmente. Y de esto, señores, no me di cuenta hasta que no fui adulta, así que no es una queja. El barrio es el barrio, siempre lo fue y lo será, y no me roban porque pertenecería a su basura aunque me vistiera como Audrey Hepburn, aunque está por ver si no me roban últimamente porque ahora ya no se respeta ni la confraternidad entre gente del mismo lodazal. En cualquiera de los mundos posibles que se me hubieran podido presentar me encuentro siendo otra persona, me encuentro siendo un doble de mí misma. En este mundo, es difícil saber quién cojones soy, por qué me tiemblan las piernas cuando me van a contar algo gracioso o cuál es la razón por la que, a veces, detesto a las personas.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Dos figuras (Francis Bacon)

la fiesta

A veces,
todavía me siento
como en aquella fiesta,
todos a mi alrededor
haciendo un círculo
con sus bocas llenas de azúcar,
cientos de risas que palidecen
al mecer de las guadañas,
al sútil contraste de mi rostro
de lengua rota
entre los cristales.

Yo siempre estoy rodeada,
muchas veces
he sido perseguida,
y mentiría si no digo
que, a veces,
me canso de tanta carne;
pero aún así,
siempre vuelvo
a esa melancolía profunda
de añoranza a la tierra perdida,
al recóndito lugar,
en mi subsuelo, donde
nadie
puede salvarme.

Yo nunca,
jamás estoy sola.

El noi del sucre (Leopoldo María Panero)

Tengo un idiota dentro de mí, que llora,
que llora y que no sabe, y mira
sólo la luz, la luz que no sabe.
Tengo al niño, al niño bobo, como parado
en Dios, en un dios que no sabe
sino amar y llorar, llorar por las noches
por los niños, por los niños de falo
dulce, y suave de tocar, como la noche.
Tengo a un idiota de pie sobre una plaza
mirando y dejándose mirar, dejándose
violar por el alud de las miradas de otros, y
llorando, llorando frágilmente por la luz.
Tengo a un niño solo entre muchos, as
a beaten dog beneath the hail
, bajo la lluvia, bajo
el terror de la lluvia que llora, y llora,
hoy por todos, mientras
el sol se oculta para dejar matar, y viene
a la noche de todos el niño asesino
a llorar de no se sabe por qué, de no saber hacerlo
de no saber sino tan sólo ahora
por qué y cómo matar, bajo la lluvia entera,
con el rostro perdido y el cabello demente
hambrientos, llenos de sed, de ganas
de aire, de soplar globos como antes era, fue
la vida un día antes
de que allí en la alcoba de
los padres perdiéramos la luz.

Last night together, 1980