sábado, 4 de diciembre de 2010

Informe SÉNECA/SICUE

(Esto es lo que entregaré mañana al hombre erasmus)

Me piden que describa mi estancia en Madrid en menos de un folio. Madrid es una ciudad grande infestada de gente que tiene botones por ojos. No saben mirar más allá de sus propios pies. Al principio me sentí sola entre tanto capullo.

En invierno hacía tanto frío que las manos se me agrietaban. Llegué a la facultad de filosofía uno de esos días horribles. Esa noche había soñado que era inmensamente rica y me bañaba en una piscina climatizada en la que se podía nadar a una temperatura idílica. Parecía un sueño muy real. Luego me desperté. Eso fue exactamente lo que sentí cuando vi por primera vez el edificio donde iba a estudiar. Desasosiego. Incomodidad. Frío.

Me compré un abrigo. Es curioso, me acabé acostumbrando al frío de Madrid gracias a Rumanía. Irina y Andrada. Cuando ellas regresaron a su país, perdí mi abrigo y tuve que salir a buscarlo al bar de la esquina. Hugo y Rubén.

Mucho después comencé a relacionarme con gente de dentro de la facultad. Había un chico oscuro con cara de pocos amigos que en un futuro será el mejor filósofo del Campus (seguramente ya lo sea). Alberto.

Cervezas, tizas de color morado, la Plaza Mayor, Francis Bacon, Nietzsche, los Beatles del profesor Pardo, Blanchot y el derecho a la muerte, Raúl y Pía, noches llenas de humo, una habitación caótica, Ron con Fanta de limón (asqueroso y vomitivo), Bukowski, un cine pequeño, la Gran Vía, el café Libertad, una escultura viva.

Muchos sobresalientes, algún notable, pocos aprobados. Cero suspensos.

Me piden que describa mi estancia en Madrid en menos de un folio. Es ridículo.

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