martes, 25 de enero de 2011

Hay secretos perversos emparedados en mi habitación, la silueta de sus formas se vislumbra si miras bien al lugar exacto donde se esconden, allí tras la pared sangrante. Destruir lo que uno más quiere, aún a sabiendas, es un comportamiento típicamente humano, muy inhumano. Hace poco llegué a la conclusión de que uno debe quererse muy poco u odiarse mucho para hacerlo. El pasado es tan negro y me ha querido tanto que hoy, lo repudio. Intento que no explote en mis palabras ni en mis acciones, pero mi boca es un embudo sin dientes, mis dedos son de inútil pianista sin ejercer. Guardo tras la pared un profundo celo que me inunda, un gato negro al que quise mucho y ahorqué. Ahora chilla su espectro pidiendo clemencia. Tarde o temprano lo descubrirán, alguien escuchará sus delirantes maullidos cuando, orgullosa, crea que, por fin, os he tomado el pelo a todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario