domingo, 2 de enero de 2011

Esto es lo que hay, cariño, me apetece escribir lo que necesito escribir. Lo de cariño ya sabes en qué tono te lo digo, levantando la cabeza e imitándote en ese gesto de chulería. Aún recuerdo con detalle aquella hostia que le metiste a mi primer novio. Yo estaba acojonadísima porque pensaba que un enajenado mental desconocido le había pegado porque sí, así sin más. Qué ingenua era, ¿verdad? Esas cosas pocas veces son gratuitas, sólo cuando decide actuar la suerte y áquel no era uno de esos días. En fin, imagínate, íbamos paseando por la calle tan felices porque íbamos a ver cantar a un heavy en la tele y luego seguramente a echar un polvo... y de pronto, viene un rubio y le da un puñetazo en la cara. Perdona, no eres rubio, tienes el pelo de tres colores, o cuatro contando el blanco. Después de atestarle esa hostia aún nos perseguiste hasta el patio, por suerte logramos esquivarte y cerrarte la puerta en las narices, pero coño, corriste rápido porque todavía le diste un golpe al cristal de la puerta que me dejó temblando. Cuando subimos a su casa me puse a llorar, él sangraba, aunque decía que pegabas como una nena. Eso yo no lo sé. Le pregunté por qué, quién y qué; y sólo supo responderme mentiras que me creí sin sospechar un ápice. Qué sangre fría tuvo el cabrón, qué idiota debía ser yo tras sus ojos. Luego vimos al heavy cantar, qué pareja tan feliz. Me pilló joven, muy joven, si no... me habría dado cuenta de quién era el malo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario